El otro ser,
de Arturo Tendero (Ediciones de la Isla de Siltolá, 2018) es esencialmente un
libro hermoso. Un poemario que nos habla de lo prodigioso que se esconde tras
lo cotidiano, de lo extraño que habita dentro de lo normal. De la memoria. De
lo personal universal. De ese otro ser que es en realidad uno mismo cambiado
por los años, un yo que se vuelve reflexivo y que levanta la cabeza hacia el
firmamento para recordar la infancia, la juventud, los instantes, el caldofrán,
el padre, el abuelo, todo aquello que hace real lo real, todo lo que nos
construye.
Arturo
Tendero nos tiene muy acostumbrados a oírle hablar de lo cotidiano. Es su forma
de afrontar lo eterno, el caos, el vértigo: empequeñecerlo y atraparlo en los
conocidos gestos de cada día. Recordar lo que uno fue por si acaso un día el
tiempo nos hace trastabillar en la memoria. Saber quiénes fuimos para afrontar
quiénes somos. Disfrutar siendo conscientes de nuestra propia finitud. Así
encontramos versos como estos: «La
rauda eternidad/ se exhibe quieta/ a este humilde mortal/ que la contempla/
sentado en una silla/ de anea en la terraza».
El
poeta frente a las cosas enormes con la mirada puesta en lo diminuto. Con
cabeza llena de instantáneas del padre, del abuelo, de los caldos que cocinan
las mujeres en la casa del pueblo. Las moras y las cajas con viejas fotos. El
tiempo implacable. «La
ciudad devoró la casa y los abrojos,/ sepultó las moreras/ debajo del asfalto y
un dédalo de calles./ Pero el olor a clorofila, a ruinas/ y a cartón
sobrevive,/ como si aquellas negras mariposas/ fueran ahora gigantes,/ seres
apocalípticos».
En
algunos poemas se nos invita a la contemplación de lo pequeño, a la celebración
de lo pequeño, a vislumbrar la grandeza que oculta lo pequeño. Las palabras y
las costumbres, las escenas del pasado lleno de detalles que uno recuerda por
sublimes, esenciales, porque traen el eco de personas queridas que hace tiempo
que no están. Y así dice el poeta: «Por
eso, cuando ahora/ murmuro “caldofrán”,/ la vida rebobina,/ me veo andando a
gatas/ en baldosas marrones,/ se escucha como bulle/ cocido en el puchero,/
siento el aire que mueve/ mi abuela al desplazarse./ Casi puedo tocarla».
El
otro ser es también huida de la realidad, una evasión primitiva y necesaria, un
«estar en otro sitio/ y al
mismo tiempo aquí», un viaje a otras voces y otros cuerpos, a otras lluvias.
Una mirada a ese otro ser que se enreda en la realidad a pesar de todo y que
constituye una de las caras verdaderas de esto que es la poesía: la capacidad
de conocer la arquitectura propia y de contarlo.
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Algunas fotos de la presentación en Albacete de El otro ser, el 23 de mayo de 2018 en Librería Popular:
En la mesa, Ángel Aguilar, Arturo Tendero y una servidora. En la retaguardia, Juanjo Jiménez.
Tradicionales cañas tras la presentación con foto de familia. Un clásico.