Sopla el viento de otoño en la costa de Pinamar y son
pocos los seres que aciertan a pasear por sus playas ahora que el verano ha
terminado. Alicia Plante nos propone con Fuera
de temporada (Adriana Hidalgo Editora, 2013) un recorrido por esas costas
semidesiertas, habitadas por individuos desganados, melancólicos, aquejados de
esa amargura que a menudo asalta a aquellos que viven en lugares desnudos,
glamurosos a rachas. Personas que pasaban inadvertidas cuando el balneario
estaba lleno de turistas, y que en plena temporada baja se hacen más reales,
nos hablan con su propia voz.
El argumento nos trae a un personaje central, el juez
Leo Resnik, que por prescripción médica se encuentra viviendo en Pinamar,
intentando superar el trauma de un accidente. Allí se cruza con diversos personajes,
una suerte de comedia humana por la que desfila Battaglia, el comisario de
permiso; el anciano Domingo con sus perros; el alemán Braum; Emilce, la
recepcionista del balneario; Estela, la beata… Y Ramón Bastos, agente
inmobiliario y prohombre del lugar. Pero
como nada es del todo apacible en este mundo, y ni mucho menos perfecto, la
vida tranquila de Pinamar se ve truncada por la aparición de un cadáver, al que
le siguen las subsiguientes pesquisas sobre el autor del asesinato que estos
incómodos sucesos suelen acarrear. Será el juez Leo Resnik quien se verá en la
obligación moral de llevar a cabo tales pesquisas y desenredar el anudado
homicidio que implica, de forma directa o indirecta, a varios habitantes del
lugar.
Es esta una novela caleidoscópica, un mosaico de vidas
que termina por construir un solo dibujo: el relato de un crimen. A través del
punto de vista múltiple y del discurso indirecto libre, Alicia Plante nos deja
vislumbrar los interiores y las conciencias, y cómo (cada uno con sus motivos, cada
uno sumido en su propio drama personal) todos los actores de esta historia terminan
por coincidir en torno a un mismo hombre: Ramón Bastos, ser desagradable y
ambicioso, especulador inmobiliario por más señas, totalmente libre de
escrúpulos.
El crimen sobreviene hacia la mitad de la novela, que se
estructura en torno a ese eje central: el asesinato. El antes es un desfile de
personajes y vidas, sus cuitas, sus traumas, sus secretos. El después es el
hallazgo, el dilema moral, la investigación. Cada capítulo se encuentra
enfocado en un personaje y su conciencia, su vida y sus preocupaciones, de
forma que uno permanece todo el tiempo a la expectativa de cuándo y cómo
saltará la liebre, de qué manera terminará por explotar todo y en las narices
de quién. Nos mantiene intrigados de la misma manera en la que uno espera que
el mago encuentre la carta elegida entre toda la baraja. Sin duda el propósito
del libro es hacernos reflexionar sobre la dicotomía universal del bien y del mal, sobre lo justo y lo
injusto, y lo consigue sin ser vertiginosa ni llena de acción. Es una intriga
sosegada la de Alicia Plante, una intriga muy argentina.
Y es que el conflicto central no es solo un hombre
muerto que aparece dentro de una fuente. Para nada. El conflicto es una cuita
interna, un apuro moral. El eterno dilema entre lo apropiado de la justicia
poética (esa que no sabe de leyes escritas) y la necesidad de una justicia
hecha por los hombres. Lo correcto y lo legal son asuntos que no quieren darse
la mano y que, no obstante, están condenados a encontrarse en estas playas de
Pinamar.
Sin embargo, a pesar de todos los matices y todas las
motivaciones que llevan a los hombres a hacer lo que hacen, al final el bueno
es muy bueno y el malo es muy malo. Es muy posible que en la vida todo se
reduzca a eso, que todo sea, al fin y al cabo, más sencillo de lo que
imaginábamos. El resto, personas normales con sus cosas, seres intermedios que
sirven, de una manera u otra, para abrir la duda de quién será la víctima y
quién el verdugo. Protagonista y antagonista con valores éticos equidistantes,
y dos víctimas: asesino y asesinado. Víctimas ambos de las circunstancias, de
las ambiciones, de la sociedad, de sí mismos. A todo este tapiz cabe añadirle
el trasfondo intertextual que recuerda, tal y como se indica en la propia
novela, a cierta comedia de Lope de Vega.
El lenguaje que maneja Alicia Plante es rico, eficaz,
preciso. Un estilo muy literario que no peca ni de poético ni de directo, que nos
despliega recursos en su justa medida. El uso del estilo indirecto libre le
permite a la autora insertar en la narración un cambio de registro, un habla
coloquial que se adapta al personaje y lo retrata. Porque lo que aquí está en
juego, y es uno de los puntos fuertes de esta historia, es el desfile de almas
y caracteres, almas curtidas en muy diversas edades y clases sociales, y cómo
todas terminan por converger en una aversión común: el desprecio hacia el
abuso.
En general es una buena novela. Bien estructurada,
equilibrada, con un estilo que nos atrapa. Y sin embargo, deja un poso amargo,
un algo que, a mi modo de ver, no
termina de hacer la novela redonda. La resolución del crimen se me representa
fácil, rápida y con factor mediúmnico. Podría parecer que al protagonista le
viene todo dado, puesto en bandeja, que no hay apenas obstáculos en la
resolución de ese crimen ni en la defensa de los más necesitados. No se trata
de una novela de suspense al estilo clásico, dado que no presenta un ritmo
rápido y el crimen no es el centro de la historia, sino el envoltorio perfecto
para la exposición de almas, para el retrato. Una excusa, si se prefiere.
Fundamentada y lógica, eso por supuesto.
Alicia Plante nace en Buenos Aires y ha consagrado su
vida a la literatura, tanto en el ámbito poético como en el narrativo. Comienza
su andadura en 1970 con el poemario Asumiendo
mi alma, al que le seguirían los títulos Un aire de familia (Premio Azorín de Novela, 1990), El círculo imperfecto (Editorial
Sudamericana, 2004) y Una mancha más
(Adriana Hidalgo editora, 2011) Con Fuera
de temporada, Alicia Plante se sitúa como un nombre muy interesante en el
panorama literario que conviene explorar con pausa, deteniéndose en cada
esquina.